Esto que vas a leer a continuación es una carta de verdad-una carta como las de antes-un texto epistolar con un remitente, un destinatario y una dirección. Desde una habitación de hotel en Kioto hasta tu bandeja de entrada.
Esta carta, estas frases, estas fotos y estas capturas son todos los días que vivimos en Japón. Son un cúmulo de momentos que no quise enviar por whatsapp a Delfi porque eran demasiadas explicaciones. Era todo demasiado largo. Mucho texto. Delfi -para los que no la conozcáis- es mi mejor amiga: la que me ha preguntado cada mañana desde Barcelona qué nos tocaba ver en Japón,
dónde estábamos,
qué comíamos,
dónde dormíamos,
si los carteles estaban en inglés.
Cada día he tenido un mensaje de Delfi-un privado en instagram-una contestación a un tweet. Ahí estaba su notificación. Así que, tal y como puedes imaginarte, esta carta es para Delfi. O para ti, Delfi. Aunque me comprometo a escribirte varias cartas porque tú me has hecho varias preguntas y porque creo que es un buen momento para retomar nuestras cosas.
primeros días-primeras sensaciones
Te conté que me apetecía hacer un diario de viaje alejado de las redes sociales o, mejor dicho, de instagram. ¿Consideramos esto una red social? Supongo que lo es, pero prefiero pensar que es un diario con una fecha, un espacio en el que escribir y unos márgenes que respetar. Me voy a tomar este rincón como si fuera un álbum donde intercalar tickets, recuerdos, pensamientos y fotos random.
Me ha costado encontrar el formato perfecto para escribir sobre estos días, aunque me lo has puesto realmente fácil. Tu interés por todo lo que estábamos viviendo me ha llevado a querer dirigirme exclusivamente a ti.
las cosas básicas que utilizamos cada día
Aterrizamos en Tokio después de 15 horas de viaje y nos fuimos directos a Kioto para añadir unas cuatro horas más. Supongo que cuando planeamos la ruta nos apetecía poner a prueba nuestro joven-novel-inexperto matrimonio. En cualquier caso, solo quiero contestar correctamente a tu pregunta de en qué zona del país estamos. Creo recordar que en varias ocasiones me pediste que te enviara mi ubicación de maps y se me olvidó por completo. Aquí va:
el recorrido es Kioto, Nara, Osaka, Naoshima, Takayama, Kanazawa y Tokio
Los primeros días en Kioto no los sentí luna de miel. No quiero que se me entienda mal, simplemente fueron días con jet lag y viviendo con las horas de sol. Nos despertábamos con el amanecer a las cinco de la mañana y nos dormíamos con la puesta de sol sobre las siete. Hicimos excursiones a templos budistas, templos sintoístas, selvas de bambú, parques descomunales y caminamos 20 kilómetros en un solo día. Te tengo que admitir que he pasado un poco de vergüenza en este primer tramo: ajena a la realidad, desconectada de todo lo que pasaba en el mundo sin saber en qué día vivía y dejándome llevar por una riada de turistas infernal. Intentamos no ser esos turistas-no ser ese tipo de gente. Pero no te voy a mentir, a veces éramos como todos los demás y no podíamos hacer nada contra eso. Esta vergüenza supongo que viene dada porque en el fondo hay algo en viajar que no está bien, esas ganas sin sentido por conocer nuevos sitios que igual no hacen falta conocer. Aún así, no soy una viajera de corazón ni doy mi vida por conocer cada rincón del mundo, en realidad me da un poco igual. No sé si me entenderás en esto. Creo que sí. A veces pienso que me entiendes en absolutamente todo, incluso en cualquier pensamiento estúpido y poco desarrollado.
los ciervos de Nara totalmente felices en su hábitat y haciéndome feliz a mí
Voy a ir terminando esta carta. Sé que la idea inicial era excederme más que por whatsapp, pero tampoco quiero contarte todo en un solo día. Te voy a añadir una sola historia más y me despido:
Quisimos hacernos un regalo por la boda (ya llevamos unos cuantos), así que decidimos reservar en un restaurante con Estrella Michelin. El sitio estaba totalmente vacío y solo nos separaba del chef una barra de madera, fría, lisa, impoluta, brillante. El chef estaba enfrente, emplatando, colocando cada detalle, haciendo repetir a cocina algún que otro plato, sirviéndonos diferentes sakes en cada ronda. A veces leía en inglés lo que necesitaba contarnos, otras veces lo hablaba por sí mismo o todo lo contrario: no conseguíamos entendernos. Sinceramente, nos daba igual. Fue una experiencia religiosa, una cita perfecta de recién casados, dos personas emocionadas con su comida de alta cocina delante de ellos, con ilusión por no saber qué era lo siguiente y lo siguiente y lo siguiente.
uno de los platos del menú. Era trigo sarraceno que proviene de una flor y eso me pareció guay
Ya paro,
ya paro,
ya paro.
En unos días te llegará una nueva notificación con la próxima carta, pero estoy segura de que nos leeremos antes por instagram, twitter y whatsapp.
Bisous.
Me ha encantado esto <3