Son las 08:45 y estoy sacándome sangre en el hospital, otra vez. En pocos días me dirán cuál es el próximo paso: una operación o una pastilla acompañada de un aislamiento. Estoy sola desayunando en un McDonadls que hay justo al lado de la sala de extracciones. Pienso en mi madre: ya nunca me acompaña a estas citas. Antes, hace tiempo, quizás algo más de veinte años, visitábamos el hospital de manera rutinaria para que me hicieran trescientas pruebas médicas y luego nos íbamos a desayunar a un bar de un barrio obrero donde las tostadas con jamón eran kilométricas y el ColaCao lo ponían en un vaso de cristal.
No sé por qué pienso en esto, pero pienso en ello. Pienso en ello mirando la estructura del hospital, sus ventanas, sus colores fríos y deprimentes, su gente esperando a que pase algo, esperando noticias, esperando palabras, esperando a que alguien con un uniforme les dé un papel, un dato, esperando a que una voz robótica pronuncie sus iniciales. Ese olor amargo que se te mete en las papilas gustativas, que se te mete debajo de las uñas. Pienso: hace tiempo que dejé las newsletters porque hace tiempo que dejé de tener tiempos muertos para pensar, hace ya tiempo que no me quedo quieta-sola-esperando. Se me mete la imagen de mi madre aburrida en el hospital infantil. Saco el móvil, apunto tres frases y lo guardo. Dejo esas frases ahí apartadas. Pasan los días y cojo el cuarto AVE del mes, esta vez toca Barcelona-Madrid. Reviso qué cosas puedo publicar en mi próxima carta. Escribí esto: Son las 08:45 y estoy sacándome sangre en el hospital, otra vez. En pocos días me dirán cuál es el próximo paso: una operación o una pastilla acompañada de un aislamiento. Estoy sola desayunando en un McDonadls que hay justo al lado de la sala de extracciones. Pienso en mi madre: ya nunca me acompaña a estas citas. Podría haber cambiado la introducción, pero cuanto mas pienso qué debo publicar y qué no, menos publico. En realidad, no publico. Tampoco dibujo. Tampoco paseo. Tampoco llamo por teléfono a mis padres. Tampoco me aburro. Tampoco contesto mensajes. Tampoco me acuerdo de nada de lo que me dice Juanma.
Últimamente creo que tengo depresión, después descanso uno o dos días seguidos (qué poco pedimos a veces) y se me pasa; me imagino retomando la escritura, y se me pasa; me imagino tomándome las cosas con calma, y se me pasa. Otras veces estoy segura de que no tengo depresión, solo tengo un trabajo. Mientras escribo, mi mente va tan acelerada que no sé si todo esto está teniendo un sentido, si tiene un orden o si quizás nadie está entendiendo nada. Aunque hay una cosa que por fin he entendido yo: no escribo para vosotras, escribo para mí. Es complicado llegar a esta conclusión, cruzar esa frontera y empezar la escritura automática independientemente de quién esté detrás de la pantalla. Me da igual-me da igual-me da igual.
Cada vez que me monto en el AVE de vuelta a Madrid siento una agujilla -pequeña y sutil- en mis tripas. Por qué no nos mudamos de vuelta, por qué no vivimos en Gràcia donde viven ellos; por qué no nos vamos a Sants donde viven ellas, donde el barrio es un barrio-barrio, es un barrio de verdad. Por qué no venimos más y la paseamos y nos encontramos a gente a la que llevamos muchos años sin ver. Puedo visitar el hospital de aquí y su angustia, su amarilleo e imaginarme a mi madre esperando en una salita a que nos vayamos a casa. Un día de hospital, un día menos de colegio, un día más de retraso en mi educación, un día esforzándome el doble.
Qué pereza me dan los hospitales. No los odio, no me producen pánico, no les tengo manía: me dan pereza. Te exigen un horario, perder horas, dar explicaciones, contestar a preguntas. Pienso en los juguetes que me regalaba mi madre cuando íbamos al hospital y cumplía las pruebas rígidamente, sin montar pollos, sin liarla. Una Bratz, una Barbie, un no sé qué. Ahora, Juanma me regala cenar hamburguesas, me regala su pre-acceso exclusivo a los resultados de mis análisis antes de que me llame el médico oficial, me regala leer informes y me regala su pensamiento y su conocimiento sobre esta disciplina en la que se ha formado durante los últimos años solo para dar respuestas a mis preguntas. Podemos concluir que me regala su ayuda, su tiempo y su amor. Podemos concluir que mi madre me regalaba lo mismo. Cada cosa en su momento, en su contexto.
El martes me llamará el médico y me dirá esto y lo otro y no-sé-qué. Yo tendré un discurso preparado, sacaré las notas de mi móvil donde también me apunto mis síntomas y mis dudas. Él me dirá no-sé-cuántos y yo me callaré porque mi discurso habrá terminado y no sé improvisar delante de las autoridades sanitarias que tienen en sus estudios el futuro de mi salud, de mi bienestar.
Otras veces, en lugar de pensar que tengo depresión o un trabajo mal pagado, pienso que solo tengo una pequeña tristeza metida debajo de mi piel que siempre estará ahí porque vino conmigo cuando nací. A veces se intensifica y a veces no la siento, pero estoy completamente segura de que nunca deja de existir. La necesito para estas cartas, para esos dibujos, para disparar esas fotos, para montar esas flores. Ahí está, habitando mi cuerpo y muchos otros, tan tranquila, en un ambiente calentito. En otros momentos mi idea es otra: tengo tanta fuerza que no la noto por ningún lado, no veo su sombra en ninguna esquina reflejada.
Dentro de poco me tocará volver al hospital, sacaré mis notas del móvil y empezaré a preguntarme cosas absurdas sin respuestas. Me imaginaré a mi madre sacándome conversación, haré un listado mental de todas las personas a las que he ido a visitar mientras estaban ingresadas y me pararé cuando aparezca la imagen de mi padre conectado a 50 máquinas con la piel un poco verdosa y quejándose de la comida sin sal, hablando del helicóptero que lo salvó de su infarto y lo llevó con eficiencia al hospital, me lo imaginaré defendiendo fervientemente la sanidad publica.
Esa tristeza de nacimiento, que siempre acompaña y que motiva escribir... llevo días pensando en ella también y leerte ha sido un "vale, no soy la única que siente algo así". ¡Gracias por compartir cosas tan íntimas!
<3 gracias